Quien chucha somos para hablar de libertad. Demasiado grande para tomarla. Demasiado soberbio para definirla. No se me ocurre alguna idea. Las definiciones de por sí atentan contra la libertad. Incluso esta. Delimitan, acotan y discriminan. Asi que por honor a la sensatez dejare las definiciones aun lado. En vez de romperme la cabeza buscando alguna, resulta menos engañoso y tentador relatar el infierno de un joven esquizofrénico. Gregory Bateson lo describe en su texto “Doble Vinculo”, como un tipo que se había recuperado recientemente de un episodio grave. Fue visitado por su madre. Al verla sintió alegría y movido por un impulso quiso abrazarla. Tendió los brazos y le dio un afectuoso apretón. Ella, se atieso inmediatamente. El joven percibió su rigidez y retiro los brazos, casi como un acto reflejo. Su madre, sorprendida le hizo la pregunta del millón y como para quedar peinando la muñeca. ¿Ya no me quieres, hijo? La escena no dio para más. El joven no resistió un minuto estar con ella y tras cartón ataco a uno de los enfermos con el que compartía pieza y fue confinado a quedarse una semana en ella.
El modus operandi de la madre le genero una tormenta. Él podría haber pensado que su madre se sintió incomoda con su demostración de afecto. Pero su condición esquizofrenojena impidió esa posibilidad. Su fuerte dependencia, no le permite comentar la conducta de su madre, a pesar que ella si comenta la de él y lo fuerza a tratar de aceptar la forzosa cadena comunicativa que se genera y su maldita frase.. “ Tu ya no me quieres”. Si quiero mantener mi vinculo con mi madre, no debo mostrarle que la quiero, pero si yo le muestro que la quiero entonteces la perderé. ¿Para que queremos libertad?.