…me encuentro en la estación Baquedano, y quiero
aprovechar que es zona Wi Fi para enviar este mensaje.
Que es como un mensaje en la botella en mundo virtual.
Quiero comenzar diciéndoles que yo no creí en el
mensaje publicitario, que decía, que el nuevo sistema
de transportes me cambiaría la vida. Y debo
confesarles que si lo ha hecho.
Mi matrimonio, se termino hace aproximadamente 2
semanas, cuando mi esposa no alcanzo a abordar el
vagón. Siempre fue de un temperamento poco agresivo y
bueno, ya ven las consecuencias. Un par de personas me
han dicho que viene en la misma dirección que yo, pero
3 o 4 estaciones mas atrás. No estoy seguro de llegar
a verla, hace 3 días que estoy en el anden sur y con
los avances que hemos logrado, creo que a más tardar
mañana durante la tarde lograré subir al tren en
dirección oriente.
Recuerdo que el lunes en la mañana fue la última vez
que vi a mis hijos cuando iban en dirección a sus
respectivos colegios. Espero que estén en la dirección
correcta. Si alguien que lea este mensaje les ve,
díganles, que los quiero mucho y que los extraño. Que
hagan todos los transbordos necesarios para que nos
encontremos para el cumpleaños de la abuela. Uf, ojalá
lo lean.
Tomé este notebook del señor que está a mi lado. Me da
la impresión que anoche dejó de respirar.
Esquirlas de un vaso de leche falsificado percutan la forma y el sentido de un llanto acabado. Si sumamos todos los pigmentos Y los dividimos en viajes a veces sin retorno Si luego a la sopa hirviente le agregamos El sumo verde y fresco de habitantes de un pantano De seguro que no habría más redención Que un puñado de lagartos. Se cita a reunión urgente a la vecindad del espantajo
..el tiemblo incrustado por los temores se desvanece breve y sutilmente desde el andèn esperanzado. De un brillante relampaguear, el sindrome penelope «no era asì su cara ni su piel», desaparece. Es cierto que a veces ha llovido, pero cuanto tiene de rios el rostro cuando acomete el sol. Te amo, es cierto, pero tambien me amas tù y la aurora, celosa, te deja notificaciòn. Amanece en Santiago, amanece y te has llevado el sol.
El vaho alcohólico del saxo se va colando por mis poros permeables al suicidio Los muros retorcidos de las callejuelas laberínticas exhalan picantes hedores que agitan y enardecen a los desempleados ácidos mutadores de almidones. Se me hace inmensa e ilimitada la noche inmensa y laberíntica en retorcidos túneles de adoquines. Así es como sumergido en el marginal atuendo de los invisibles navego rendido a la yuxtaposición de mi calzado inerte. En verdad norte, es un concepto muy sofisticado para mi tripa urgente Y mañana, nada más que un comentario al margen. Solo navego. Navego a la deriva ocho noches a la semana, incluyendo sus días y atardeceres. La maldita y aterradora carencia de un sol para diciembre va gastando mi silueta y los números conocidos en mensajeros remotos van almacenando desapareceres. Un día de estos quizás no despierte.
Plutón
Mientras el mediodía se derrite
colgado de una ventana abierta
ha de sonar, espero, la chicharra del portero
Mientras la brisa entra, surca,
sale y vuelve en abúlico ciclo.
Ha de sonar el teléfono…
…alguien ha de tocar a la puerta
un vendedor de espejos burlescos
un policía jubilado, un diputado no electo
Mientras la tarde se va aturdiendo de brumas
llegará una carta, un anuncio. Que sé yo!
… yo no me llamo Plutón
LA LLAMADA/ Un redondo e inmenso botón plateado abrocha la noche. Evitando así, el brusco desprendimiento de los titilantes cristales molidos, que despedazarían a los bohemios mutantes, deambulantes sin prisa. De no tener prevista la noche celador tan potente. Abajo, en la opuesta paralela, se cruzan irresponsablemente miles de albedríos bajo ese techo. En pos del goce infinito sin embargo fugaz, que procura la noche. Sentado a la barra en traje de alquiler y con un cigarrillo añejado de tanto no encender entre sus manos, el esperador. Animal taciturno, profesional de la cita, en ejercicio pleno de la solemnidad y el voluntario sacrificio de renunciar a sus horas, en el tiempo de un demás. Espera. Es vertiginoso el ámbito que lo rodea en aquel bohemio local, que él ignora y que a la vez le ignora, en viceversa. Como lluvia de agua seca, el sonido de la música, las risas, el balbuceo vencido de un vendedor ambulante, le salpica. Insondable. Fiel a su consigna, espera. Le resulta invasiva, le sorprende y descoloca la solícita mano en avanzada del barman, que acerca fuego a su ya tan manoseado cigarrillo. Lo enciende rápidamente con un seco y cortante "gracias", evitando así cualquier posibilidad de modificar su estatus. Al alejarse el barman, Jaime arranca discretamente la punta encendida del cigarrillo guardando la otra en el bolsillo de su chaqueta. Bueno, para no caer en plagio del estribillo de Sabina de que dieron las dos, las tres y eso. Diré que, después de varias horas. Si, después de varias horas en que el color de la noche sigue intacto, como sigue siendo también un gran silencio el discurso ensayado para la ocasión. Jaime, volviendo a sacar la mitad de cigarrillo desde su bolsillo, se dirige hacia el teléfono público que está al lado de la puerta de entrada del bar. Introduciendo la moneda, da una última y esperanzada mirada hacía el exterior que le ajena del trámite tan conocido de sus dedos, que calzan en sus yemas de memoria el número a marcar. "En este momento no podemos atenderle, por favor deje mensaje después de la señal... biiip!" -hola, habla Jaime. Ya me voy a casa... por favor llámame. La longura de las calles, así como de las horas varía según del sujeto su premura. Cíclopes, sirenas y Penélopes tejiendo nada tienen que ver con este cuento. Solo puedo decirles que ya de vuelta en su departamento e introducido en una penumbra voluntaria, que puede ser salvada con un simple toque de interruptor. Jaime por fin enciende su cigarrillo y dando una larga pitada echa a correr su contestador telefónico: "biiiiip!, hola, habla Jaime. Ya me voy a casa... por favor llámame... biiiiip!" korge
..el tiemblo incrustado por los temores se desvanece breve y sutilmente desde el andèn esperanzado.
De un brillante relampaguear, el sindrome penelope «no era asì su cara ni su piel», desaparece.
Es cierto que a veces ha llovido, pero cuanto tiene de rios el rostro cuando acomete el sol.
Te amo, es cierto, pero tambien me amas tù y la aurora, celosa, te deja notificaciòn.
Amanece en Santiago, amanece y te has llevado el sol.
El vaho alcohólico del saxo se va colando por mis poros permeables al suicidio Los muros retorcidos de las callejuelas laberínticas exhalan picantes hedores que agitan y enardecen a los desempleados ácidos mutadores de almidones. Se me hace inmensa e ilimitada la noche inmensa y laberíntica en retorcidos túneles de adoquines. Así es como sumergido en el marginal atuendo de los invisibles navego rendido a la yuxtaposición de mi calzado inerte. En verdad norte, es un concepto muy sofisticado para mi tripa urgente Y mañana, nada más que un comentario al margen. Solo navego. Navego a la deriva ocho noches a la semana, incluyendo sus días y atardeceres. La maldita y aterradora carencia de un sol para diciembre va gastando mi silueta y los números conocidos en mensajeros remotos van almacenando desapareceres. Un día de estos quizás no despierte.