
Por Marko Riveros
Según la mejor versión de la leyenda, el príncipe Copih y la princesa Hues, pertenecientes a tribus araucanas enemistadas, mantenían un romance secreto. Cierto día, sus padres se enteraron, despertándose en ellos la indignación. Copiñel, jefe Pehuenche y padre de Copih, se dirigió al sitio donde se reunían los amantes, sin saber que Ñahuel, padre de Hues y jefe Mapuche, hacía lo mismo con sus huestes.
Ambos grupos convergieron junto a la laguna que servía de refugio a los enamorados. Ñahuel, al ver a su hija en manos de un Pehuenche, se llenó de ira y tomando su lanza la arrojó contra Copih. Herido de muerte, el príncipe se hundió en las aguas de la laguna. Copiñel, su padre, al ver aquello enloqueció de furia y arrojó su lanza contra Hues, cuyo cuerpo también sepultaron las aguas. El lugar se llenó de lamentos, gritos y lágrimas de los testigos de tal desgracia.
Un año después, Mapuches y Pehuenches se juntaron en torno a la laguna para recordar la muerte de sus príncipes. Como llegaron al anochecer, decidieron acampar en las orillas. Al despuntar el alba, los dos pueblos araucanos se encontraron mirando hacia el centro de la laguna en espera de que el sol disipara la bruma que cubría las aguas. Tenían la esperanza de hallar algún vestigio de Copih y de Hues.
¡Cuál no sería su asombro cuando, al penetrar los primeros rayos de luz en la bruma, dejaron al descubierto una escena sorprendente! En el mismo sitio donde murieran los príncipes emergían dos lanzas entrecruzadas. Una enredadera extraña, de hojas grandes, acorazonadas y muy verdes las entrelazaban. Cerca del punto de unión de las lanzas, había dos flores colgantes de la forma alargada: una roja como la sangre y otra tan blanca como la nieve de la cordillera.
Las tribus comprendieron. Era una señal divina para lograr la reconciliación. Sus jefes sellaron la paz con un abrazo declarando que, como símbolo de amistad, la flor nacida de la muerte de sus hijos se plantaría junto a las rukas y por ser fruto de la unión eterna de sus respectivos príncipes (Copih y Hues), esa hermosa flor se llamaría Copihue.
El Copihue, Flor Nacional de Chile.
El Copihue es una especie que habita aproximadamente en la provincia de Valparaíso como límite Norte y Llanquihue, como límite Sur. Sin embargo, su distribución no es homogénea. En el Norte crece sólo en algunas quebradas costeras. En cambio, por el Sur, se vuelve más abundante porque requiere de gran cantidad de agua para su desarrollo.
En Chile, las manifestaciones culturales en que aparece el Copihue son múltiples y de origen bastante antiguo. Esta flor es de tema de leyenda y tradiciones araucanas, motivo de inspiración artística y de trabajos artesanales. Precisamente en este último punto es uno de los aspectos relevantes desarrollados originalmente por los Mapuches. En ellos se destacan algunos tejidos de lana, piezas de orfebrería y tallado en madera o simplemente en cueros de animales.